Entradas

El Consorte del Cielo

Imagen
No siempre los astros fueron bendecidos con la beldad con la que yerran actualmente entre los firmamentos más amados, pues se dice, que en las primeras edades, cuando el universo era joven, habían nacido con deformidades atroces y voces que fueron silenciadas por aquellos progenitores que les dieron a luz para perdón de sus pecados cometidos. Para ti, que apenas naces, esta es la historia que cobija una desusada verdad. La de los reyes que, desde la cima de todo, como feroces gobernantes, salvaguardan todo del febril quebranto y las glorias alucinadas. Así pues, ya que estás aquí ante la luminosidad del fuego de la vida, revelaré la leyenda sin muestras de ingratitud.  Contempla este cielo. Por eras, en esas épocas que ya se han olvidado como se olvida un sueño de etérea juventud, los cielos de millares de dimensiones reposaban inertes y vacíos con sus propias preocupaciones de ser. Pues, a pesar de ser mansos y arraigados a la libertad eran estériles. Unas inhumanas razones dirían los

El Cantar de la Compasión

Imagen
El pintor pintaba el mismo escenario una y otra y otra vez, siempre repitiendo los mismos colores y las mismas figuras de un ambiente que jamás se había vislumbrado en la "Tierra del Mañana", el ilustre lugar donde vivía, y en toda una vida. Era un ambiente donde un océano vestía los suelos y las estrellas radiantes emergían como frutos siderales desde la majestad de los cielos; así como gigantescas figuras de irremediable belleza pululaban de aquí para allá, tan cercanas y tan lejanas que podías tocarlas con tan sólo un parpadeo. Todas ellas similares y con irremediables formas humanas. Él bosquejaba una y otra vez ese mundo irreal con el que siempre soñaba noche tras noche en la beatitud de la soledad de su reducida morada y su perfecta vida.  Y habían, quienes admiraban sus obras, sensibles y maestras. Y quienes lo hacían quedaban maravillados ante ese despliegue de creatividad hecho cuadros de inconmensurable belleza, donde inclusive, encontraban las respuestas de todo cu

Los Fantasmas del Edén

Imagen
Bendito es el tiempo en que vas a rezar, tú mi niño entre niños. Hincado ante los altares que tú mismo has construido desde que tenías uso de razón; con ese entendimiento desde el cual transmites nuestro nombre de nombres al cielo, a la tierra y al mar. Porque ante esos altares colmados de contento y fascinación, te hincas y rezas y rezas, por y para nuestro nombre por siempre amado.  De dádivas nos alimentas, dádivas que sólo una criatura como tú puede poseer. Porque de tus rezos manan los más admirados sueños que acaban con la existencia de esas distinguidas pesadillas, que, noche tras noche, invaden el arrullo de tu cama. Ésa morada que crees indestructible, conforme te escudas entre ésos aguerridos protectores que moran contigo en un universo en miniatura: los juguetes que fungen como guardianes de tu ser. Todos ellos nobles a su causa.  Y aunque no puedas escucharnos debes saber que todo está escrito como debe estar escrito todo únicamente para ti; no temas mi niño. No hace falta

El Encantador de Historias

Imagen
  "Anhelos, deseos, sueños". Fue lo primero que percibió al nacer, despojado de aquel capullo en el que había estado mucho tiempo dormido, justo donde se entremezclaban la esencia de la imaginación y de las lúgubres almas pensantes. Y, cuando abrió los ojos por primera vez a la mismísima vida que le recibía con amorosos brazos, sintió que su aliento de vida le era devuelto, como si nunca hubiera antes existido. Lo habían creado, sí, y se sentía inmensamente dichoso, pero, de alguna forma no lo lograba entender.  "¿Con qué propósito?", pensó, "¿Con qué propósito lo habían despertado de su sueño eterno?" Había entonces visto ya su rostro y su cuerpo en el espejo de las aguas de las ilusiones más soñadas, mudamente memorizando sus formas luminosas, tratando de entenderlo todo. Era bello, y sin igual. "¿Cómo lo habían separado de ese lugar donde era gobernante de todo lo existente?" Mas así, sabía que lo habían creado con un fin, qué, no tardó en ent

El Corazón que debió Cantar

Imagen
  La historia de mi vida inicia con un nacimiento que no pude predecir. Me han llamado "El Sin Música" desde que he nadado en las memorias que me precedieron desde que sé que vivo. Y vivo porque así lo he decidido, pese a que estoy enfermo: no puedo cantar. Una rara anomalía para una raza que se caracteriza por tener corazones parlanchines, hechos de nubes, de fuego, de flores, de plomo, de tormenta, de cielo, de risas, de momentos y, de una eternidad, que siempre pensé no me bendeciría.  Se dieron cuenta que no cantaba cuando fue ella pequeña. Ninguna tonada había manado de mí desde que latí por esa vez que me pidieron hacerlo como muestra de que, efectivamente, estaba allí y no producto de una alucinación. Esa vez no me repudiaron; porque, al fin y al cabo, bombeaba sangre a mi portadora. Yo la merecía aun cuando no funcionaba muy bien. Decían que estaba enfermo porque no conocía eso que llamaban "Sentir". Palabra cuyo significado desconocí hasta que maduré.  Fui

Ella

Imagen
Desde que ocurrió, desde que le había vislumbrado nada había sido igual. Aquel día lo había cambiado todo por completo, como nunca antes lo creyó. Porque desde aquel día la estampa de ella coronaba los cielos de su corazón, y las estrellas que adornaban sus ojos iluminaban su camino. Ese camino que día a día le guiaba al mismo terreno desde el cuál le espiaba mientras ella, con juicioso proceder, se entregaba a sus más dignos quehaceres. Después de todo eran neuronas y los hemisferios en los que vivían eran tan opuestos que desde lejos, desde ese árbol que separaba a sus mundos tan distintos como iguales, no le podía tocar y eso le dolía. Un dolor que no le abandonaba por más que deseara la merecida paz que demandaba.  Y el no poder alcanzarla y estar con ella como deseaba le hacía soñar despierta; sueños que le asustaban, pues sus anhelos no estaban medidos y ya afectaban su desempeño particular. Porque ella temía la sola idea de macharle con el gris de su infinito, y por esto y más s

La Caída Del Sol

Imagen
  El frío más prodigioso habitaba en la majestad del ilusionado sol, qué, ahora pálido, lloraba las lágrimas de sus herederos colmados ya por el manto de la muerte. Todas aquellas inevitables mentiras habían sido predicadas entre murmullos de añoranza, hasta convertirlo en un espejismo de sí mismo. Sólo un inesperado gesto de verdad, nacido de la risa de un recién nacido, luchaba con la autoridad de quién se ha despertado y separado de ese enjambre de calamitosas ideas. Esas con las cuales ahora los criaban haciéndoles similares a un etéreo ganado que sembraba destrucción en todo lo que tocaban. Todo para transferir un soplo de hálito de vida a esa tan amada estrella ya frágil en el cielo.  Sin embargo, el imperio de los autómatas aún secaba esa fuente de existencia, esa vida que día a día perdía su esencia engendrada en un principio para otorgar bienestar a los más necesitados de su protección. Por millares de segundos, minutos y horas ellos gobernaron, y consumadamente secaron al sol